24 febrero, 2009

me vi quieta bajo un mar claro en un sueño de madrugada.
mientras dormía en el mueble marrón de la sala.
sola y acompañada por muchas personas.
las personas que me han hablado últimamente no me han perturbado.
perturbarse por dormir 8 días sola no es algo malo.
la maldad se encuentra contenida entre mis paredes vaginales.
mi vagina fue recorrida esta semana por los restos de una cuna no inventada.
inventé excusas para que me tuvieras lástima, ahora tú eres más miserable que yo en ese momento.
ahora es el fin de un segundo exacto, cronometrado, medido.
ahora estoy esperando el momento de la noticia.

19 febrero, 2009





qué difícil es no tener tu olor para dormir.

imposible cerrar los ojos sin tus manos sobre mis senos.

7 grados centígrados = 280, 15 Kelvin
7 grados centígrados = 120 minutos de insomnio


21º de soledad


Jueves de madrugada.

17 febrero, 2009

Niñez

Porque la gente no necesariamente existe.
Porque hablando solos, el mundo es más redondo.
Porque elaboramos los escenarios más lejanos en la palma de nuestras manos.
Porque dormir es la interrupción odiosa para existir, felices.
Porque no tenemos noción de los minutos, horas, días.
Porque saludamos a los extraños, les sonreímos y bailamos sin música mientras nos observan.`
Porque lloramos sin prejuicios, somos coléricos y gritamos lo que sentimos.
Porque nuestra desnudez es pura, impúdica y perfecta.
Porque el juego es la actividad más seria que realizamos.

Porque muy pocos regresamos.
Muy pocos volvemos.

11 febrero, 2009

Historia entre sus dedos III

Era jueves y se acercaban las 6 de la tarde. Carolina quería encontrar la forma de estancar el día y no tener que encontrarse con Amalia quien ya había sabido meterse un buen par de cabeceadas en plena sesión, por lo trillado del tema. Cada vez era más insoportable, pero Eduardo no autorizaba el cese del “tratamiento”. Todavía no había respuesta de ninguna de las empresas a las que Carolina había postulado como secretaria ejecutiva. Se sentía cada vez más miserable. Temía que alguien más supiera lo del incidente en el baño de Eduardo, pero por otro lado le entraban las agallas de zurrarse en todos mentalmente y seguir con su vida.

- Carolina, por favor voy a tener una videoconferencia en mi oficina con los coreanos, cualquier cosa primero llámame al anexo - bastante apresurado gritó Eduardo.
- Ok, señor no hay ningún problema, pero ojo que tengo 4 facturas urgentes que tiene que visar, sino no salen hasta la otra sem…

Eduardo partió a la velocidad del rayo y Carolina se sintió cada vez más evadida por él. “Tendrá la imagen de mi cara de arrecha en su baño…a pesar de todo, la idiota de Amalia tiene razón, no debí hacerlo…qué chucha, qué cosas no harán estos cojudos en sus casas y yo sintiéndome culpable… ”- mientras hablaba consigo misma, Carolina distraída se levantó automática para llevar las 4 facturas a la oficina de Eduardo.

- Y ¿qué más te dijo hhhmm?- susurraba Eduardo con tono viril, en su supuesta conferencia virtual.
- Que la excitabas demasiado…mmm… que eres súper varonil...- respondía una mujer evidentemente emocionada.
- Interesante… qué más, habla puta, ¡habla! – Eduardo se desesperaba mientras Carolina se detenía en la puerta y pegaba su oído para entender cómo los coreanos habían aprendido español tan rápido.
- Que cualquiera quisiera tirarse a un jefe así…mmm…que quería que le des por atrás… que se la metas mil veces…mmm… por eso se metió la mano en tu baño, quería que te la comas- una mujer gemía mientras la cadencia de sus gritos evidenciaban un movimiento cíclico.

Carolina empujó la puerta con mucho sigilo mientras descubría la imagen que le evitaría esos 45 minutos de jueves por la tarde noche y que evidentemente le daría muchas y suculentas oportunidades. Después de los sonidos la escena era más que evidente: Una mujer estaba montada sobre Eduardo mientras éste la cogía de los pelos y le babeaba el pecho.

- Señor, estas son las 4 facturas que tiene que visar – Carolina con una sonrisa de medio lado, esta vez de buena gana y muy irónica.

- ¡¡¡Carolina, qué hace acá le dije que me llamara!!!…- advirtió nervioso Eduardo mientras la mujer bajaba la cabeza para encontrar sus bragas. Evidentemente Carolina no necesito mucha ciencia para reconocer ese perfil odioso: era Amalita, al parecer dando el informe de sus sesiones psicológicas en un tono triple equis.

- Bueno Amalia, supongo que ya no debo decirte “nos vemos más tarde”, porque me parece que estabas dando el informe final de nuestras reuniones ¿no? Un poco extraño quizás, pero estabas reportándote al fin…aunque, no sé Amalita no creo que esto sea muy normal ¿NO? Al menos debiste haber elegido otra oficina…no sé –

Carolina abandonaba la escena con un fuerte aire triunfal y un buen par de carcajadas. En todo sitio se cuecen habas, pensó, y se alegró de no ser la única con un secreto de ese tipo en la oficina. Estaban parches, ella y su jefe, totalmente a mano. Con respecto a Amalia no había mucho que decir, siempre le había causado esa sensación de ser una loser, arribista y patera, sólo que a esto había que agregarle otros 2 adjetivos: reverenda pendeja.

6 Y 30 PM de un jueves candente en la oficina. Eduardo cruzó la recepción con rumbo a su auto, ni siquiera miró a Carolina y pasó con toda la sangre que hacía minutos había congestionado otras zonas del cuerpo, en sus mejillas gordas.

- Nos vemos jefe! Cuídese mucho- gritó Carolina antes que su jefe llegara a la puerta– no olvide que el otro jueves empieza terapia con Amalita, me pidió que lo coloque en su agenda.
- Ok Carolina, hágame recordar, no se preocupe, muchas gracias.

10 febrero, 2009

Historia entre sus dedos II

Carolina no pensaba hablar con nadie sobre su historial masturbatorio. No, absolutamente NO. Sólo quería conservar el trabajo y al parecer, una hora a la semana con Amalia, era la única opción por el momento. No dudaba de los beneficios que podían ofrecer las terapias psicoanalíticas pero, “por favor no necesito una psicóloga para contarle con detalles la primera vez que me toqué el clítoris”.

Así que diría que aquella tarde en el baño había sido un incidente bochornoso y que estaba totalmente arrepentida. Argumentaría con su envidiable carisma, que la escena había sido un lapsus y le diría a Amalita, con sus enormes ojos negros abiertos: “No sé qué pasó por mi cabeza, debe ser el stress.”

La terapia con Amalia empezaba a las 6:45 PM, todos los jueves en una pequeña área de la oficina donde se tomaba cafecito, se leía y se conversaba. Para efectos prácticos ese ambiente se convertiría en una especie de confesionario hi-tech para 45 minutos exactos de conversación forzada. Para evitar cualquier problema, Eduardo cubría el gasto extra y no le representaba ningún inconveniente, total él se sentía responsable por mantener la “salud mental” de todos los trabajadores.

Amalia no era una persona asequible. No transmitía la confianza que su profesión exige. “Se da aires de gerenta, además es muy hipócrita” decían todos en la oficina. Para la mayoría de personas tenía algo turbio en la mirada era medio arpía, la tipa.

- Cómo te está yendo todo Caro, ya tenemos 6 semanas conversando, cómo vas con el trabajo, tu relación con Eduardo, tu familia, cuéntame, ¿cómo estás? – Amalia preguntaba con una voz demasiado adormecedora llevándose siempre la mano izquierda a la sien.

- Todo va mejor, aunque a veces siento que mi jefe…
- Eduardo, llámalo Eduardo – interrumpió una convulsiva Amalia quitándose los lentes.

- Bueno pero es mi jefe… está bien Eduardo para no sentir que le debo algo, ¿verdad? Eduardo me tiene amarrada por esto que pasó, no sé…mira Amalia, no me siento mal hablando contigo, solo que esto es obligatorio ¿me entiendes? y no es lo mismo…

- Pero ¿todavía estás avergonzada porque Eduardo te encontrará masturbándote en un lugar tan inusual? –otra vez Amalia colocando su mano izquierda en la sien.

- No, ya pasó…cuando lo recuerdo se me sube la sangre a la cara no voy a negarlo –decía Carolina mientras sus mejillas cogían ese color rosáceo- pero tengo que aceptarlo Amalia, total quién no lo ha hecho, me refiero a tocarse buscando placer…

- Sí, pero digamos que el lugar era bastante inusual, es decir es tu centro de labores
O ¿para ti está bien eso, es normal para ti?

Carolina miró fijamente a los ojos de Amalia y sintió mucha rabia por la pregunta. Volvió a afirmarse sobre la idea de que esta cojuda hacía selección de personal y que no tenía ningún tipo de empatía para hacer preguntas a lo Freud. No era justo que Eduardo se la hubiera chantado todos los jueves de 6:45 a casi 8 de la noche. No tenía la lógica necesaria. No había justificación para escuchar esa maldita voz de dalina un jueves por la noche mientras Almu y Naza, sus 2 hijas, la esperaban en casa para dormir juntas y calientitas.

- ¿Qué es normal para ti, Amalita? –preguntó Carolina con sus ojos negros y sin necesidad de irradiar el carisma de siempre.
- Bueno, te lo pregunté yo a ti, primero respóndeme.
- Para mí fue un error, te lo dije desde la primera sesión…no quiero ponerme en la categoría de normal o anormal…
- Bueno, creo que cada espacio tiene normas que debemos respetar, ¿no crees Caro? Además, en todo caso yo hubiera elegido otro lugar, no se…jijijijiji, quizás otro baño.

Una vez más Carolina quería salir corriendo con la cabeza de Amalia como trofeo de guerra. No soportaba esa escena, estaba cansada y decidida a renunciar lo más pronto posible. Lo había pensado varias semanas. Sí, quizás Amalia tenía razón, quizás el lugar no era usual, pero detestaba ser examinada al milímetro por una loser, patera y arribista que jamás le hubiera hablado de no ser por ese incidente.

- Mira Amalia, en realidad tienes razón, tienes toda la razón…pero sabes qué ya me siento mejor con Eduardo.
- Pero hace un rato dijiste que te sentías obligada, qué pasó con eso- Amalia mientras se remangaba la cutícula.
- Mira, quizás es por el día que tuve hoy estoy bastante cansada y de hecho eso influye en la sesión, ¿no?
- Sí, ¿te parece si acabamos por hoy?

09 febrero, 2009

Historia entre sus dedos I

Carolina era una oficinista de aquellas que lucen maravillosas a pesar del uniforme. Tenía el don de la simpatía telefónica. Mostraba la amplísima capacidad de domar bestias histriónicas de viernes por la tarde, ese horario casi exclusivo para facturas y cheques. Era capísima en el arte de preparar el café expresso perfecto para el directorio de lunes 8:30 am. Fumaba religiosamente a las 10 AM y 5:30 PM, dos cigarros por vez. Tenía dos ojos inmensos y maravillosamente negros, cabellos teñidos de color borgoña y labios grandes. Tenía 30 años y se había pasado casi 9 de ellos mostrando sus dotes en más de 7 empresas en su natal Lima.

- Carolina, hoy es jueves y son las 6 y media ¿no deberías? – con aire irónico e impositivo apareció Eduardo, su jefe.

- Sí, señor, no se preocupe que no me olvido, paso estos documentos y voy…gracias-

una casi sonrojada Carolina.

- No tienes nada que agradecer, además creo que eso te está ayudando ¿no?

- Sí, claro que sí –Afirmó Carolina con una sonrisa de medio labio y mala gana.

Ya completamente ruborizada recordaba el momento en el que Eduardo la encontró masturbándose en su baño. Jamás podría borrar de su mente la penosa imagen de ella misma sentada sobre el tanque del water de su jefe, sus dos rodillas tratando de armar un ángulo de 180º y sus oficinistas manos encargándose de asuntos que poco tenían que ver con cartas o facturas. Sus poros expulsando los inicios del sudor propio de un orgasmo, y sus dos ojos maravillosamente negros, chispeantes de placer interrumpidos por la confusa mirada de Eduardo. Confusa y vergonzante mirada de su jefe.

- Eduardo…señor, cuánto siento esto…es que, disculpe…estoy muerta de la vergüenza, no sé qué decirle es que…-el frío de las mayólicas azules se tornó más envolvente que nunca y Carolina se colocaba la ropa interior como correspondía.

- No te preocupes Carolina, ven vamos a conversar, tranquila no pasó nada…


Carolina temblaba. Quizás era por el reciente patadón de adrenalina que le produjo ese auto-encuentro sexual. Quizás era solo la vergüenza incontrolable. Quizás era una mezcla patética de ambas, pero Carolina temblaba y Eduardo la abrazaba de costadito para evitar que su carisma desapareciera ese viernes de facturas y cheques. De costadito para evitar cualquier insinuación. De costadito para serle fraternal. De costadito porque él también tenía mucha vergüenza y no sabía qué decir.


- Mira Carolina, esto que ha pasado es algo totalmente normal, ¿no? Es decir, quién no ha pasado por este tipo de cosas, ¿no? jiji…osea… pero ¿sabes qué creo Caro?, sería bueno que quizás visites a Amalita, ¿qué te parece?, es decir quizás eso sería bueno…

Amalita era la psicóloga de la empresa y se encargaba de desarrollar el proceso de selección y evaluación de postulantes. Es decir, Amalita nada tenía que hacer con alguna terapia para ayudar a mujeres que de pronto, se masturban en la oficina de su jefe y eso para Carolina era bastante claro.

- Pero ¿tengo que contarle lo que pasó? ¡No quiero, señor por favor perdóneme!, le juro que no vuelve a pasar jamás, estoy muerta de la vergüenza – Carolina empezaba a sollozar mientras recordaba las otras varias veces que se había toqueteado en otras oficinas, de otros jefes, de otros gerentes, de otros coordinadores. La invadía una mezcla extraña: alivio y remordimiento de no haber sido descubierta anteriormente por Eduardo en ese mismo baño, en la misma posición y con las mismas ganas, pero definitivamente no quería que alguien más en la empresa se enterase de ese pequeño “problemita”.

- Carolina, no sabes lo bien que te va a hacer. Tú no sabes cuántas personas van al psicólogo y está perfecto. Cuántas personas de la empresa van porque tienen problemas, algunos hasta trastornos… cuánto neurótico que hay ¿no? jajaja…Caro, es normal, lo que pasó es normal Caro, en serio, pero debo recomendarlo POR TU BIEN Y POR EL BIEN DE LA EMPRESA – sentenció Eduardo como advirtiendo con ese “por tu bien” un despido inminente por mañosa y pajera.

Lo cierto es que Carolina conocía los tonitos de su jefe y sabía que ésta iba en serio y

a sus 34 años ella no se había casado pero tenía 4 personas que mantener: su mamá, 2 hijas que tuvo con un ex novio y un hermano mayor con autismo. Apareció en su mente la imagen de esa familia, que por supuesto adoraba, y no le quedó más opción que considerar hablarle a Amalita sobre esta penosa historia entre sus dedos”.

02 febrero, 2009

nunca

No siempre tengo la mejor respuesta,
Ni la mejor actitud
Ni la palabra justa
Ni la caricia necesaria.

Yo también me hielo
También soy silencio hiriente
También vomito bilis
Y sangro inevitablemente cada 4 sábados.

También me sé histérica
Innecesaria, rebelde, odiosa
Patética, cenagosa, loca.

No siempre actúa el Zoloft de 50mg
No siempre me alegra el sol de febrero
No encuentro belleza en todas las flores
No me duelo buscando un suicidio

Yo también me ridiculizo frente a la bruma que el agua caliente deja
EN el espejo: óvalo principal de mis más femeninos anhelos.