10 febrero, 2009

Historia entre sus dedos II

Carolina no pensaba hablar con nadie sobre su historial masturbatorio. No, absolutamente NO. Sólo quería conservar el trabajo y al parecer, una hora a la semana con Amalia, era la única opción por el momento. No dudaba de los beneficios que podían ofrecer las terapias psicoanalíticas pero, “por favor no necesito una psicóloga para contarle con detalles la primera vez que me toqué el clítoris”.

Así que diría que aquella tarde en el baño había sido un incidente bochornoso y que estaba totalmente arrepentida. Argumentaría con su envidiable carisma, que la escena había sido un lapsus y le diría a Amalita, con sus enormes ojos negros abiertos: “No sé qué pasó por mi cabeza, debe ser el stress.”

La terapia con Amalia empezaba a las 6:45 PM, todos los jueves en una pequeña área de la oficina donde se tomaba cafecito, se leía y se conversaba. Para efectos prácticos ese ambiente se convertiría en una especie de confesionario hi-tech para 45 minutos exactos de conversación forzada. Para evitar cualquier problema, Eduardo cubría el gasto extra y no le representaba ningún inconveniente, total él se sentía responsable por mantener la “salud mental” de todos los trabajadores.

Amalia no era una persona asequible. No transmitía la confianza que su profesión exige. “Se da aires de gerenta, además es muy hipócrita” decían todos en la oficina. Para la mayoría de personas tenía algo turbio en la mirada era medio arpía, la tipa.

- Cómo te está yendo todo Caro, ya tenemos 6 semanas conversando, cómo vas con el trabajo, tu relación con Eduardo, tu familia, cuéntame, ¿cómo estás? – Amalia preguntaba con una voz demasiado adormecedora llevándose siempre la mano izquierda a la sien.

- Todo va mejor, aunque a veces siento que mi jefe…
- Eduardo, llámalo Eduardo – interrumpió una convulsiva Amalia quitándose los lentes.

- Bueno pero es mi jefe… está bien Eduardo para no sentir que le debo algo, ¿verdad? Eduardo me tiene amarrada por esto que pasó, no sé…mira Amalia, no me siento mal hablando contigo, solo que esto es obligatorio ¿me entiendes? y no es lo mismo…

- Pero ¿todavía estás avergonzada porque Eduardo te encontrará masturbándote en un lugar tan inusual? –otra vez Amalia colocando su mano izquierda en la sien.

- No, ya pasó…cuando lo recuerdo se me sube la sangre a la cara no voy a negarlo –decía Carolina mientras sus mejillas cogían ese color rosáceo- pero tengo que aceptarlo Amalia, total quién no lo ha hecho, me refiero a tocarse buscando placer…

- Sí, pero digamos que el lugar era bastante inusual, es decir es tu centro de labores
O ¿para ti está bien eso, es normal para ti?

Carolina miró fijamente a los ojos de Amalia y sintió mucha rabia por la pregunta. Volvió a afirmarse sobre la idea de que esta cojuda hacía selección de personal y que no tenía ningún tipo de empatía para hacer preguntas a lo Freud. No era justo que Eduardo se la hubiera chantado todos los jueves de 6:45 a casi 8 de la noche. No tenía la lógica necesaria. No había justificación para escuchar esa maldita voz de dalina un jueves por la noche mientras Almu y Naza, sus 2 hijas, la esperaban en casa para dormir juntas y calientitas.

- ¿Qué es normal para ti, Amalita? –preguntó Carolina con sus ojos negros y sin necesidad de irradiar el carisma de siempre.
- Bueno, te lo pregunté yo a ti, primero respóndeme.
- Para mí fue un error, te lo dije desde la primera sesión…no quiero ponerme en la categoría de normal o anormal…
- Bueno, creo que cada espacio tiene normas que debemos respetar, ¿no crees Caro? Además, en todo caso yo hubiera elegido otro lugar, no se…jijijijiji, quizás otro baño.

Una vez más Carolina quería salir corriendo con la cabeza de Amalia como trofeo de guerra. No soportaba esa escena, estaba cansada y decidida a renunciar lo más pronto posible. Lo había pensado varias semanas. Sí, quizás Amalia tenía razón, quizás el lugar no era usual, pero detestaba ser examinada al milímetro por una loser, patera y arribista que jamás le hubiera hablado de no ser por ese incidente.

- Mira Amalia, en realidad tienes razón, tienes toda la razón…pero sabes qué ya me siento mejor con Eduardo.
- Pero hace un rato dijiste que te sentías obligada, qué pasó con eso- Amalia mientras se remangaba la cutícula.
- Mira, quizás es por el día que tuve hoy estoy bastante cansada y de hecho eso influye en la sesión, ¿no?
- Sí, ¿te parece si acabamos por hoy?

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